En una reducción de huesos, y sin que haya pruebas de ADN que lo
confirmen, parecen haberse descubierto los restos de Miguel de
Cervantes, fénix y espejo de las letras en lengua española. Ha sido en
el tercer nivel de excavación de la cripta del Convento de las
Trinitarias, en el madrileño barrio de Las Letras. No ha sido posible
discriminar sus restos de los demás allí
enterrados, como tampoco vislumbrar vestigios de los supuestos
arcabuzazos que el genio recibió en la batalla de Lepanto. Sin embargo,
para los expertos existen evidencias históricas y antropológicas
suficientes para otorgar veracidad al hallazgo.
Cabría pensar que,
de este modo, el autor de referencia para todo lector en español ha
encontrado el reposo definitivo que la historia aparentemente le negó.
Tal vez sea esta más una necesidad nuestra, de los millones de lectores
huérfanos, que suya personal. El que tuviera una vida tan azarosa, tan
necesitada de reconocimiento en lo público y artístico, encontró la paz
en el mismo momento de irse de este mundo, sin ser consciente para nada
de la brutal herencia que legaba a las generaciones venideras. Solo los
beneficiarios de esa herencia somos los que, siglos después, nos
apuramos por otorgarle un nicho, un hogar de ultratumba en nuestras
morosas conciencias. Una vez más, no sabemos qué hacer con los muertos,
sobre todo con aquellos que todavía nos iluminan, a la par que nos
desvelan, tanto tiempo después...
[La infografía de Europapress pretende clarificar el proceso de búsqueda.]
[La infografía de Europapress pretende clarificar el proceso de búsqueda.]
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